Subscribe to Zinmag Tribune
Subscribe to Zinmag Tribune
Subscribe to Zinmag Tribune by mail

Un texto de Patricia Esteban Erlés

11:36 Publicado por Luis Fernando Giucich

 Aquel invierno fuimos amigas.

Tú eras la tía buena del colegio, más lista que el hambre y muy valiente, capaz de plantarle cara a cualquiera. Daba igual a quién, al odioso profe de Mates, al guapo del instituto que venía a verte en el recreo, al tonto del culo que empezó a llamarte "Montañitas" por puro despecho. Se volvían a mirarte por la calle y te daba lo mismo. Nunca dejaste de llevar aquellos vaqueros gastados y los viejos jerséis de punto que no podían quedarle a nadie más igual que a ti. Nos pasamos las tardes de diciembre y enero metidas en tu casa, porque era el lugar más divertido del mundo. Tenías una familia tan extraña que nos hubiéramos quedado allí sin dudarlo, para ver si con suerte nos convertíamos en alguien como tú. Tenías tantas cosas. Una parcela con jardín dividida en tres casitas. En una vivías tú, aislada del resto en tu dormitorio, tu cuarto de baño, tu sala de estar. Tu padre fumaba en pipa. Tu madre siempre llevaba los labios pintados de rojo. Tu hermano pequeño, el pobre Fran, nos espiaba a través de los visillos de la ventana. Tenías hasta un perro, aquel hermoso pastor alemán llamado Zar que jamás se acercaba a saludarnos, que parecía tolerarnos como a visitas demasiado frecuentes, inoportunas, con su porte estoico. Tu madre nos dejaba comer todos los bocadillos de nocilla y todas las cebolletas en vinagre que nos cupieran en la tripa. Teníaisuna estufa de leña que hacía que la casa entera oliera madera quemada. Pasábamos el rato probándonos ropa y sujetadores de tu hermana mayor, que casi nunca estaba. Bailando con los ojos cerrados mientras sonaba una canción de Michael Jackson. Las tres habíamos imaginado el mismo vídeo para esa melodía, eso nos contabamos una tarde: una mujer con un vestido blanco de vuelo giraba en una sala con suelo de ajedrez alejándose del infeliz de Michael, que bailaba detrás de ella, como en un sueño del que supiera que iba a ser expulsado en unos pocos segundos. Cuando empezó a hacer menos frío salíamos a jugar al descampado. Subíamos tapias, nos dejábamos caer subidas en una especie de trineo casero hecho con lonas y trozos de neumático por los barrancos de aquel barrio que parecía lindar con el fin del mundo. Pronto apareció por allí una bandada de chicos del colegio que estaban locos por tus huesos. A ratos dejábamos que estuvieran, a ratos los ignorábamos, sabiendo que así comenzaba un juego Y seguíamos viviendo la vida juntas hasta que anochecía, sin saber que no iba a ser así siempre.
Me parecías la persona más feliz y afortunada del universo. Siempre llevabas encima dinero para comprar dulces y pintalabios. Nada malo iba a pasarnos si estabas tú. No supimos nunca por qué cuando se acercó el final de curso decidiste que no vendrías al viaje de estudios. No nos explicaste por qué de pronto habías pensado que el instituto era una tontería y que al curso próximo ya no estaríamos juntas en la misma clase, protegidas de cualquier desastre por tu risa rota. Ofendidas, no preguntamos la tarde en que no te despediste oon un "hasta luego". Algo se quebró sin hacer ruido y eso es lo peor, no supimos en qué momento sucedió, solo que terminó octavo y ni siquiera nos dijimos adiós esa mañana de junio del último día de clase. Ahora intuyo que tuvo que ocurrir algo, pero entonces no encontramos el modo de preguntarte qué te pasaba, por qué no te reías tanto. Empezaste a llevar aquella minifalda vaquera que era un escándalo con piernas y nos distanciaba de ti, de tu cuerpo de mujer adulta. Me contaron tiempo después que estudiabas corte y confección, que tu hermanito no volvió del colegio una tarde y que horas más tarde apareció flotando en el canal, con los ojos abiertos. Te convertiste en un hermoso recuerdo que dolía y en el que preferíamos no pensar, del que nunca hablábamos, eso también es raro. Nunca más volvimos a mencionar tu nombre, tu casa, la forma en que te reías de todo, tus jerséis de hombre, tu huida hacia delante.
Pero aquel invierno, eso sí lo sé, fuimos amigas.
You can leave a response, or trackback from your own site.

0 Response to "Un texto de Patricia Esteban Erlés"

Publicar un comentario

Videos

My Blog List