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Vamos a imaginar, ¿qué pasa en este escena? Como se darán cuenta esto es simplemente una prueba, para ver si puedo ubicar este formato de imagen (apaisada) en en recuadro grande superior. Si va, será que las imágenes a usar tendrán queconservar este estilo El autor de este cuadro es Felix Vallotton.
Es como si que te quitaran el aire que respiras, o como si alguien se metiera sin permiso en ese ultimo fuerte privado que atesoras dentro de tu mente o de tu corazon, ese unico lugar donde te permites con toda, absoluta, subliminal y brutal honestidad, ser tu misma. Escribir es como respirar. No escribir o dejar huella de lo que siento es como si se metieran dentro de ese fuerte, como si me negaran ser quien soy.No soy nadie especial, simplemente soy. Soy yo y lo que escribo, nada mas.
Veo que estás entrando Fernando. Es una plantilla super moderna. Te pido que subas un post... vas a ver que diferente a los comunes. Claro, que tampoco es fácil. Estoy acomodando en este momento los links, sobre los post. Creo que se puden colocar tantos de estos como artículos forme el número de la revista. Quiero ver como armar el carrousel y la imágen
Así habrá comenzado nuestra revolución, con una señora que en medio del fregado, se sentó a meditar.

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¿Qué le pasa?

Vamos a imaginar, ¿qué pasa en este escena?
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr8WbuET2VVauAdaUyHy_ZsD0LYdinQRHHRYVVYtWJCMRg7OMmcUIUq1MTKieo8a7aonSunQ12QfBKoy8aELPrdHlL3xPnAvQXGckcl5wm5ab_wTfHVxxatc2XZAANZJopXXuZm2SDWIDQ/s1600/30.jpg

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La naturaleza que nos robaron

Un poema de ESMERALDA LADERAS (España)

13:23 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Que Dios me libre

del que parece sincero.
Del que te mira a los ojos
ocultándote el infierno.
Aparente, sin malicia.
El más bueno
de los buenos….
y a la vuelta de dos lunas
clava puñales certeros.
El que promete con sangre
ser un amigo perpetuo
y se le va la memoria
cuando te encuentra
en el suelo.
El que cobra los favores
a un interés cien y medio.
El que mira hacia otro lado
cuando tú lloras de miedo.
Que Dios me libre
de los tontos, los ingenuos.
La decepción más profunda
te la provocan corderos.
El enemigo
que avisa
es más leal, no le temo.
El engaño que presientes
es más fácil de barrerlo.
Que Dios me libre
del disfraz
de hombre honesto.
Dame Dios
un vino fuerte.
Yo decido si beberlo.


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Un poema de FERNANDO SARRIA (España)

13:21 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Me nombras con voz queda.

Soy el pájaro de fuego
que arriba hasta tu cuarto
desde un ángaro nocturno
y abre tu cuerpo a la ebriedad
de un instante inolvidable.

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Un poema de EFI CUBERO (España)

13:20 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Tú déjame que lentamente fluya.

Cuando parezco inmóvil, soy esta rotación, giróvago destino que me distingue de la inmovilidad.
Soy y lo supe siempre.
Y ser es mi condena.
Y mi esperanza.


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De tanto amarte

12:38 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses


De tanto amarte se me consumieron las manos.
Mis manos que recorrieron tu piel
en un ir y venir de caricias,
en un ir y venir de temblores,
encontrando vacíos, soportando dolores.
De tanto amarte se cegaron mis ojos.
Mis ojos que te fotografiaron
plasmándote en sus retinas,
perpetuándote en mi alma;
te buscaron tantas veces
y tantas no te hallaron,
en lágrimas amargas se ahogaron
De tanto amarte se resecaron mis labios.
Mis labios que dibujaron
las llanuras de tu cuerpo,
que en la rosa abierta de tu boca
se humedecieron con cada beso,
secándose…agrietándose en cada desprecio.
De tanto amarte se gastó mi piel
Mi piel encendida de pasión
en tus brazos fuertes…ardientes;
no supo de inviernos a tu lado,
llamándote a gritos por cada uno de sus poros,
se marchitó por el frío de tu abandono.
De tanto amarte se me fue la vida.
pobre vida dedicada a ti,
que supo a gloria a tu lado,
fue ajándose con tu partida…
tiñéndose de gris en la soledad
que me condenaste
De tanto amarte…de tanto amarte…
solo vivo para extrañarte.



Anngiels Grigera Moreno (Argentina)

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LOS VICIOS DE UN PEQUEÑO BURGUÉS

14:34 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 

Los camaradas me dejaron
una pintada en la puerta
de la casa acusándome
de traidor al pueblo.
Antes mataron a mi perro
y después al gato.
Y aún no conforme
se llevaron del patio
el Mickey Mouse
que mi mujer atesoraba
como a un fetiche.
Y todo, porque a un
diplomático se le ocurrió
regalarme mi álbum
de jazz favorito
junto a un par de botellas
de bourbon gringo.
Daniel Montoly (Rca. Dominicana)

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LAS VOCES

14:21 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses


Las voces vuelven
para que no olvidemos
y no olvidamos
sabemos de los dolores
de las innecesarias perdidas
de lo duelos perpetuos
y no olvidamos
tenemos los suficientes años
para saber donde estuvieron
nuestros pies
nuestros corazones
nuestras pieles
y los silencios y los gritos
y las lágrimas y las penas
y las alegrías que tampoco olvidamos
no olvidamos
a pesar de todo y todos
no sé si aún resistimos
pero seguramente
no olvidamos
claro que no olvidamos
Oscar Vicente Conde (Argentina)

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Cuando...

13:20 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Cuando no puedas

más y aún puedas
respirar,
seguir andado.
Cuando des
todos tus huesos
y te devuelvan
pedazos.
Cuando estés
a todos horas
y los demás
solo un rato.
Cuando grites:
¡Necesito…!
y solo escuches
tu llanto….
PIensa que amar
no asegura
que te amarán
si has amado.
Sé que la vida
es injusta.
El dulce karma
un engaño.
Que a la paz
de tu sonrisa
le regalaron
hachazos.
Pero sigue
siendo honesto.
Sigue fiel
y sigue amando.
Es muy fácil
ser mediocre.
No te parezcas
a tantos.
Que el olor
de un hombre
bueno
tapa el hedor
de mil malos.





Esmeralda Laderas (España)

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ESPEJOS

13:17 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses


El mar tiene destellos
diamantinos.
Subversivo e indómito.
Inagotable y calmo.
Me seduce su fuerza de rompiente
entre los arrecifes de trigales
cuando atraviesa el verde
océano de espigas en sazón.
Sobre este acantilado
de horizontes tendidos,
ruge o se mece el mar.
Tan libre y hondo desde
el claro cielo.
En él se transparenta
como espejo invertido.
Y allí me pierdo
cuando canto a solas.





Efi Cuberos (España)

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10000 cafés

13:07 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 En la cafetería de los 10000 cafés 

las moscas hacen una escala técnica 
en su ruta hacia el próximo estiércol. 
Mi fe en el año 81 es ciega.
Por ahora
abastecer de combustible a las moscas
es suficiente.





Mario Montalbetti (Perú)

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Foto 1965

13:04 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 A las cosas no les importan los mortales. 

Ayer encontré esa foto 
que ni recordaba, 
y te juro que parecíamos tranquilos 
en ese simulacro del papel y de la luz. 





Fabián Casas (Argentina)



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La fórmula secreta

13:02 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 I

Ustedes dirán que es pura necedad la mía,
que es un desatino lamentarse de la suerte,
y cuantimás de esta tierra pasmada
donde nos olvidó el destino.

La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre.

Y aunque digan que el hambre
repartida entre muchos
toca a menos,
lo único cierto es que todos
aquí
estamos a medio morir
y no tenemos ni siquiera
dónde caernos muertos.

Según parece
ya nos viene de a derecho la de malas.

Nada de que hay que echarle nudo ciego a
este asunto.

Nada de eso.
Desde que el mundo es mundo
hemos andado con el ombligo pegado al 
espinazo
y agarrándonos del viento con las uñas.

Se nos regatea hasta la sombra, y a pesar de 
todo así seguimos:
medio aturdidos por el maldecido sol
que nos cunde a diario a despedazos,
siempre con la misma jeringa,
como si quisiera revivir más el rescoldo.

Aunque bien sabemos
que ni ardiendo en brasas
se nos prenderá la suerte.

Pero somos porfiados.

Tal vez esto tenga compostura.
El mundo está inundado de gente como 
nosotros,
de mucha gente como nosotros.

Y alguien tiene que oírnos,
alguien y algunos más,
aunque les revienten o reboten 
nuestros gritos.

No es que seamos alzados,
ni es que le estemos pidiendo limosnas a la 
luna.

Ni está en nuestro camino buscar de prisa la 
covacha,
o arrancar pa'l monte
cada vez que nos cuchilean los perros.

Alguien tendrá que oírnos.

Cuando dejemos de gruñir como avispas en 
enjambre,
o nos volvamos cola de remolino,
o cuando terminemos por escurrirnos sobre 
la tierra
como un relámpago de muertos,
entonces
tal vez llegue a todos
el remedio.


II
Cola de relámpago,
       remolino de muertos.
Con el vuelo que llevan,
       poco les durará el esfuerzo.
Tal vez se acaben deshechos en espuma
       o se los trague este aire lleno de cenizas.
Y hasta pueden perderse
       yendo a tientas 
         entre la revuelta oscuridad.
Al fin y al cabo ya son puro escombro.
El alma se han de haber partido 
       de tanto darle potreones a la vida.
Pueda que se acalambren entre las hebras
heladas de la noche, 
O el miedo que los liquide
       borrándoles hasta el resuello.

San Mateo amaneció desde ayer con la cara
ensombrecida.
                         Ruega por nosotros.
Ánimas benditas del purgatorio.
                         Ruega por nosotros.
Tan alta que está la noche y ni con qué 
velarlos.
                         Ruega por nosotros.
Santo Dios, Santo Inmortal.
                         Ruega por nosotros.
Ya están todos pachiches de tanto que el sol 
     les ha sorbido el jugo.
                         Ruega por nosotros.
Santo san Antoñito.
                         Ruega por nosotros.
Atajo de malvados, punta de holgazanes
                         Ruega por nosotros.
Sarta de bribones, retahíla de vagos.
                         Ruega por nosotros.
Cáfila de bandidos.
                         Ruega por nosotros.
Al menos éstos ya no vivirán calados por el 
hambre.






Juan Rulfo (México)




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Romance de Koba el barbero

12:59 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 El Viejo está en una silla, con los músculos en calma. 

            Tiene los ojos cerrados. Es como si no escuchara
los pasos siempre furtivos
de su joven camarada, que se acerca por detrás
sosteniendo una navaja. 

No viene a cortarle el cuello
sino a afeitarle la barba.

Un escondite seguro, una choza de barriada. Es la 
            hora más oscura
antes de la madrugada. El Viejo, que no es tan viejo, 
            sentado en su silla, aguarda. Tras él, un hombre 
            de pie, viene a afeitarle la barba
y a ponerle una peluca
sobre la cabeza calva. Lo oculta de los gendarmes
y sus posibles redadas, lo deja irreconocible
y ni sus propias hermanas
podrían identificarlo
si ahora se lo toparan.

El Viejo, que no es tan viejo, con los músculos en 
            calma, parece no sospechar
que, en un lejano mañana, el hombre que tiene atrás, 
            sostenido otras navajas, vendrá a cortarles el 
            cuello
a treinta mil camaradas.

Pero hoy no viene a matarlo
sino afeitarle la barba. El viejo está una silla
con los músculos en calma.





Óscar de la Porta (México)



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Un texto de Patricia Esteban Erlés

10:18 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Quizás no estaría tan contenta si mi vida hubiera sido otra, si los estímulos hubieran llegado desde otros lugares. Si no me hubiera picado la curiosidad todo lo que el ser humano es capaz de hacer, con lo poquita cosa que es, en realidad. Si mi abuelo me hubiera regalado un Quijote a los diez años o si.

Pero qué felicidad, también, esta, de haberte ido formando en una época en la que los cantantes bebían de poetas como de un agua muy limpia. Qué alegría haber participado de ese tiempo en que las letras de canciones eran de una belleza tan obvia que hubiera sido pecado, imbecilidad, no enamorarse, no aprenderlas de memoria y corazón, no buscar en ella el tesoro de la verdad que escondían. Cuánto me alegra que ahora, que tantos se ríen de los cantaplastas, como los llaman, se reconozca del valor de haber estado allí, creando y recreando, construyendo a partir del amor a los que dijeron antes, algo para los que vendríamos después. Qué consuelo encontré siempre en su voz, qué deleite sabertre cada día una estrofa más, un pequeño universo de verdad y hermosura que viene conmigo, como el legado generoso que nadie puede quitarte.
Me acuerdo de que cuando dejé de estudiar y estaba tan enfadada con el mundo en general y con la literatura en particular me prohibí leer libros. Para qué, me decía, si no van a servirme de nada. Y empecé a cuidar unos niños en una casa del centro, de esas que tenían una puerta para los seres humanos propiamente dichos y otra más pequeña para el servicio. Cuando salía del ascensor por las mañanas siempre estaba sonando Mediterráneo. Abría la puerta y allí estaba Serrat, recordándome que la literatura iba a atracarme a cada paso, que esperaba agazapada dentro de una cinta de cassette, a que yo apareciera. Y empezaba a recoger juguetes y los platos del desayuno preguntándome, aun sin querer, qué color sería ese, amarillo genista.
Y pensaba en lo fácil que era enamorarse de un personaje como el narrador de esa canción, que era hijo de un mar aparentemente manso pero mar, al fin y al cabo. Me deleitaba repitiendo lo del "llanto eterno que han vertido en ti cien pueblos" y lo de la mujer perfumadita de brea "que se añora y que se quiere, que se conoce y se teme, ayyyy". Tenía dieciséis años y fingía que nunca más leería ni creería en que era posible escribir mientras Serrat me cantaba al oído una sarta de metáforas y recorría la vida entera de un hombre que era de ese Mediterráneo en el que había nacido y en el que deseaba fundirse al final para no marcharse nunca. Y aprendí de memoria discos enteros, que sonaban sin parar en aquella casa. Aún me sé la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández, aún me hace temblar en cada verso de ese cuento de amor al amigo muerto. Y sigue sin haber nada más bello que lo que nunca he tenido, y para la libertad sangro, lucho, pervivo, y quién fuese abrigo pa andar contigo. Y leía sin darme cuenta porque no se puede vivir sin la belleza de las palabras cuando te ha envenenado irremediablemente. Y aunque ahora esté muy demodé admirar a cantautores yo agradezco ese mundo y esa educación sentimental que en los últimos ochenta entraba en una vía auricular, casi sin sentir. Frases como aquella de Aute, Y el tiempo se peina con gesto de amante, que hacía que viera al tiempo, de verdad, peinando en la penumbra una larga melena con un peine de plata, de pie, desnudo, angélico, frente a un espejo, con la languidez de quien desea volver a acostarse en la cama, junto al cuerpo amado. Celebro que apareciera Sabina, con aquellas historias de princesas yonquis inolvidables, y ese Así estoy yo sin ti que estaba plagado de imágenes hermosas, tristes y humorísticas, urbanas y exactas. Yo, que estaba a dieta de literatura, leía y leía sin usar los ojos, creyendo mi propia mentira, pensando que solo en los libros podía infectarme esa fiebre del lenguaje de la que nunca, menos mal, he podido curarme.
Hoy le han concedido el Princesa de Asturia a Serrat. Me quito el cráneo y lo celebro. Y le agradezco aquellas frías mañanas de invierno sin esperanza en las que escuchar su voz caprina era como sentir el aroma reconfortante del primer café del día.

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Un texto de Patricia Esteban Erlés

11:36 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Aquel invierno fuimos amigas.

Tú eras la tía buena del colegio, más lista que el hambre y muy valiente, capaz de plantarle cara a cualquiera. Daba igual a quién, al odioso profe de Mates, al guapo del instituto que venía a verte en el recreo, al tonto del culo que empezó a llamarte "Montañitas" por puro despecho. Se volvían a mirarte por la calle y te daba lo mismo. Nunca dejaste de llevar aquellos vaqueros gastados y los viejos jerséis de punto que no podían quedarle a nadie más igual que a ti. Nos pasamos las tardes de diciembre y enero metidas en tu casa, porque era el lugar más divertido del mundo. Tenías una familia tan extraña que nos hubiéramos quedado allí sin dudarlo, para ver si con suerte nos convertíamos en alguien como tú. Tenías tantas cosas. Una parcela con jardín dividida en tres casitas. En una vivías tú, aislada del resto en tu dormitorio, tu cuarto de baño, tu sala de estar. Tu padre fumaba en pipa. Tu madre siempre llevaba los labios pintados de rojo. Tu hermano pequeño, el pobre Fran, nos espiaba a través de los visillos de la ventana. Tenías hasta un perro, aquel hermoso pastor alemán llamado Zar que jamás se acercaba a saludarnos, que parecía tolerarnos como a visitas demasiado frecuentes, inoportunas, con su porte estoico. Tu madre nos dejaba comer todos los bocadillos de nocilla y todas las cebolletas en vinagre que nos cupieran en la tripa. Teníaisuna estufa de leña que hacía que la casa entera oliera madera quemada. Pasábamos el rato probándonos ropa y sujetadores de tu hermana mayor, que casi nunca estaba. Bailando con los ojos cerrados mientras sonaba una canción de Michael Jackson. Las tres habíamos imaginado el mismo vídeo para esa melodía, eso nos contabamos una tarde: una mujer con un vestido blanco de vuelo giraba en una sala con suelo de ajedrez alejándose del infeliz de Michael, que bailaba detrás de ella, como en un sueño del que supiera que iba a ser expulsado en unos pocos segundos. Cuando empezó a hacer menos frío salíamos a jugar al descampado. Subíamos tapias, nos dejábamos caer subidas en una especie de trineo casero hecho con lonas y trozos de neumático por los barrancos de aquel barrio que parecía lindar con el fin del mundo. Pronto apareció por allí una bandada de chicos del colegio que estaban locos por tus huesos. A ratos dejábamos que estuvieran, a ratos los ignorábamos, sabiendo que así comenzaba un juego Y seguíamos viviendo la vida juntas hasta que anochecía, sin saber que no iba a ser así siempre.
Me parecías la persona más feliz y afortunada del universo. Siempre llevabas encima dinero para comprar dulces y pintalabios. Nada malo iba a pasarnos si estabas tú. No supimos nunca por qué cuando se acercó el final de curso decidiste que no vendrías al viaje de estudios. No nos explicaste por qué de pronto habías pensado que el instituto era una tontería y que al curso próximo ya no estaríamos juntas en la misma clase, protegidas de cualquier desastre por tu risa rota. Ofendidas, no preguntamos la tarde en que no te despediste oon un "hasta luego". Algo se quebró sin hacer ruido y eso es lo peor, no supimos en qué momento sucedió, solo que terminó octavo y ni siquiera nos dijimos adiós esa mañana de junio del último día de clase. Ahora intuyo que tuvo que ocurrir algo, pero entonces no encontramos el modo de preguntarte qué te pasaba, por qué no te reías tanto. Empezaste a llevar aquella minifalda vaquera que era un escándalo con piernas y nos distanciaba de ti, de tu cuerpo de mujer adulta. Me contaron tiempo después que estudiabas corte y confección, que tu hermanito no volvió del colegio una tarde y que horas más tarde apareció flotando en el canal, con los ojos abiertos. Te convertiste en un hermoso recuerdo que dolía y en el que preferíamos no pensar, del que nunca hablábamos, eso también es raro. Nunca más volvimos a mencionar tu nombre, tu casa, la forma en que te reías de todo, tus jerséis de hombre, tu huida hacia delante.
Pero aquel invierno, eso sí lo sé, fuimos amigas.

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Domingo

12:17 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses


Yo intentaba escribir la belleza
por encargo
con una lápiz pequeño
La gran ola de dios ante mis ojos
me llevo a Mar abierto
Imposible nominar
tan muda como los peces
y menos hábil
En el centro poderoso
inutil caracola del eco.
Por reflejo nade frente al cielo
en el azul
hecha recuerdo el cuerpo de mis aves
en la orilla lo negué tres veces
con lápiz aún entre mis manos





Gisela Galimi (Argentina)

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Un texto de Patricia Esteban Erlés.

12:31 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Una vez la Visi, monja seglar hiriente y manilarga, nos mandó que nos inventáramos un poema. Yo, que ya entonces era más de cuento, fui incapaz de escribirlo. No se me ocurría ni un verso. Me personé en clase con ese miedo cerval a la verdugo pronunciara justo mi nombre y tuviera que leer la nada en voz alta. Pero, oh, bendita fortuna, le preguntó a otra chica, sentada a mi lado, una hija de madre soltera a la que siempre estaba recordándole su imperdonable pecado. Esa niña provocaba en mí una gran admiración, rayana en la envidia, por dos motivos. El primero eran sus ojos azules, casi transparentes, tan extraños en aquella España de chiquillos castaños y mirada marrón oscura, como los pantalones de pana que íbamos heredando de los hermanos mayores. El segundo motivo era que me parecía mucho más interesante su vida que las nuestras. Yo siempre entendía que la Visi le lanzaba, a modo de imprecación, la siguiente frase, "¡Tu madre arderá en el invierno!", y tardé años en comprender el lapsus. Para mí era muy misteriosa esa hoguera heladora, probablemente la primera , maravillosa, antítesis de mi vida.

Era una buena niña, sí, envidiable por aquellos ojos de soldado de la base americana y el pasado interesante de su madre, pero visto lo ocurrido aquella tarde celebro mucho no haber estado en su pellejo. Cuando la Visi pronunció solemne su nombre completo, con el único apellido que tenía, y ella empezó a leer, vacilante, se hizo un silencio extraño. La niña de la pecadora, que siempre sonreía, inocentona, como intentando caer bien antes de hablar, había cometido una obra maestra en su ejercicio escolar. Era tristísimo aquel poema. Era perfecto.
Era de Bécquer.
Yo no había tenido oportunidad de leerlo antes. No sabía que esos versos estaban en alguna parte, en tantos libros, en el recuerdo de generaciones enteras de enamorados desgraciados que lo habían entonado a modo de himno masoquista para saborear, una vez más, el sufrimiento destilado del abandono y el olvido. Solo sé que en esa clase de Lengua de un lejano quinto de EGB las golondrinas se colaron en el aula, como una plaga negra de tristeza, que vi las ventanas vacías y ese frío de algunos otoños sin esperanza. Fue hermoso, de verdad, que la chica sonriente y candorosa, cada vez más animada y segura, al darse cuenta de que todos la escuchábamos, nos recitara esos versos prodigiosos que nadie esperaba.
Pero ay, tras una pausa que nadie entendió del todo, después de un silencio que se nos hizo más largo de la cuenta, la Visi tomó teatralmente la palabra. Comenzó a insultar a la compañera poeta, subiendo poco a poco la voz de puerta chirriante, esa voz que se parece a la de muchas otra monjas amargas, ácidas por la crueldad con la que acostumbraban a tratar a los pobres críos que caían en sus garras. La llamó guarra, no sé por qué, también embustera, hija de una perra en celo, indigna, harapienta. Juro que llegaron a mi vida en aquel vejamen palabras que nunca antes había escuchado. Y se volvió al resto de la clase sin dejar de señalarla con su dedo del Antiguo Testamento, un dedo extremadamente retorcido, largo y nudoso. Los ojos azul claro, clarísimo, de niña extranjera, distinta, se fueron llenando de lágrimas perfectamente esféricas. Solo he visto llorar así a Michelle Pfeiffer, cuando la abandona Valmont en Las amistades peligrosas. Mi compañera de clase lloraba también de esa forma que te hace pensar que las mismas pupilas se deshacen en llanto.
La Visi conocía el poema. Sabía quién era Bécquer y nos lo contó, indignada. De todos los plagiadores de los que he conocido en mi vida solo compadezco y entiendo a la chavalilla de diez años que quiso evitarse un mal trago, el castigo por no llevar hecho el ejercicio encomendado. En un mundo en que no había ordenadores, Piluca, así se llamaba, encontró un poema en un libro, que quizás su madre, la buscona, tenía en casa, y decidió copiarlo con su letra infantil en el cuaderno de clase que debía estar impoluto a toda hora , porque si no la Visi lo desgraciaba arrancándole hojas como si fuera las greñas teñidas de rojo de María Magdalena.
Hoya me ha pasado, y no es la primera vez. Una persona que estaba en mis contactos ha fusilado un texto mío en su muro, casí de forma íntegra. No estoy hablando de un parecido razonable, sino de un corta y pega en el que se habían suprimido ejemplos concretos que daba. Era una reflexión sobre la obligación de motivar al alumnado que se nos impone a los docentes. Lo peor es que la plagiadora es una maestra. No sé qué ejemplo dará a su alumnado quien comete una falta de honestidad, una apropiación del trabajo ajeno. Firmaba con su nombre su plagio y agradecía los elogios, con todo su papo. La he bloqueado, sin más.
Cada vez que alguien plagia y se atribuye las palabras de otro siento una intensa vergüenza ajena, un desprecio absoluto por el robo a mano armada, en primer lugar. Después, por el delirio de quien llega a creer que lo copiado sin permiso le pertenece solo por el hecho de que lo ha elegido y le ha puesto su nombre al final, como el perro que orina en una pared para marcar su territorio. Por último,por esa falta de respeto a la inteligencia y el conocimiento de los demás que le lleva a pensar que nadie ha leído tanto como él, que es imposible que llegue a detectarse el latrocinio. Robar un escrito no es solo afanar la palabra impresa, la palabra que se lleva al papel porque nos quema dentro, porque necesitamos que esté en otro lugar distinto a nuestro pensamiento. Quien plagia está robando todo lo que hemos tenido que vivir, el proceso en que un día, de entre todas las que cosas que pensamos, que sentimos, que nos pasan, elegimos esa para desbrozar el silencio que la rodea, y nos arrastramos para encontrar la manera de decirla.
Quien plagia quiere llegar al mismo sitio por un atajo que no existe, librarse del dolor, de la frustración, del trabajo, que nos dan las benditas obsesiones que nos hacen contar cuando podríamos callarnos.

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PERDIDA

11:01 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 

En algún lugar perdí esa canción.
En algún lugar perdí
tu lomo blanco arqueado sobre mi deseo,
tu piel escalando mi urgencia.
En algún lugar perdí
lo que me hacía desnudarme
como si fuera un sacramento,
con el corazón vacío de todo peso
puesto, sin reservas,
en el altar de tu boca.
¿Cuántas veces en mi vida hice el amor?
Cien, quinientas, mil.
Sin embargo
esa noche fue distinta a todas las otras.
Quizás porque la tormenta arreciaba
y podíamos gritar
sin que un oído indiscreto distinguiera
un aullido de hambre
del prefacio de un relámpago.
Quizás porque se terminaba un año,
y habíamos brindado,
y habíamos roto las copas riéndonos,
y nos habíamos prometido el cuerpo.
“Con estos cristales rotos desposo
tu pelo irreverente, tu cintura, tus hombros de gitana.
Con estos cristales rotos desposo
tus pies de madrugada, tu ombligo, tus ojos siempre niños”.
En algún lugar perdí esa canción.
Y perdí la noche
en la que la canción se trenzaba con la lluvia,
y nuestros gritos eran relámpagos.
Y los platos sucios podían esperar
hasta que el sol le pintara la cara al mediodía
porque seguía la fiesta.
Durante mucho tiempo creí
que la canción era "More than words".
Pero no. No.
La canción era yo.
La tormenta era yo.
Yo era la medida del deseo.
En algún lugar me perdí.
Estoy perdida, amor.
Estoy perdida.




Raquel Graciela Fernández (Argentina)

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DESANIDADO

12:04 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses


“No hay tiempo de sentir el desconsuelo;
sigue la vida, urgente y transitoria.”
Antonio Gala
Te vas.
Y yo trato de escribir un poema que hable de vos
y de mí,
de todo lo que fuimos juntos
y de todo lo que somos
a pesar de que te vas,
pájaro desanidado,
milagro de plumas dóciles que creció
hasta convertirse en esto que sos:
un hijo que suelta las amarras
y se va
mientras la madre puerto
arroja sus ojos al ritual del agua.
¿Cómo escribir un poema que hable de vos
sin tocar el asombro
de saberte crecido en mí,
pececito nadando en aguas dulces
atado al eco en ciernes de la sangre?
¿Cómo escribir un poema que hable de mí
sin tocar mi placenta transparente,
la cicatriz de la leche en mi cuerpo,
mi voluntad de deshacerme en pan?
Cuando llegaste
eternicé tu ombligo
en el misterio del recuerdo amniótico.
Crecí como una casa
para arroparte en mis habitaciones.
El tiempo, después, hizo lo suyo.
Hoy te vas.
Con el cuerpo asomado a la vida
te vas.
Y yo equilibro el llanto y la ternura
para celebrar
tu vuelo definitivo.





Raquel Graciela Fernández (Argentina)

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"HERENCIA"

11:51 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

A Nydia Reinal

En tus días de adiós
-tus últimos, ya sombras-
Dispuesto tu equipaje y pronta la partida
Me revelastee tu fervor,
Ebulllición de tigres y palomas.
Extendiste tus manos
En gesto inmensurable
Hacia el confín de la ternura..
Su inquieta palidez
Que se obstinaba en habitar teclados
Y partituras y aires celestiales.
Qué música inventaron para Borges?
Con cuál de ellas paliaste
Sus ghigantescas sombras
Desde áquel día sin Leonor
En que la oscuridad fue irredimible?
Acaso fue tu voz pronunciando el poema
Arrodillando letanìas
Conjurando el olvido y la distancia?
Tú me legaste
-ante la certidumbre del adiós-
Tu última Navidad
Y la memoria de otras descarnadas.
Tu docta biblioteca con tus huellas
Tus libros. Tu foto junto a Borges.
Silvina Ocampo. Beatriz Guido.
El sueño del reloj: su simbolismo.
Y tu Espejo
Guardián de tus enigmas y tus soles
Inconfundible eco en que rescato
Esta herencia de amor que me enaltece
Tu lucha y soledad. Tu desamparo.
Y este fervor voraz que hoy me define.
Del libro Ceniza y Fuego
Miriam Seggiaro (Argentina)

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ARQUITECTURA

11:36 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 

La solidez del verso es necesaria,
pero no es nunca oficio o cantería.
Nos llega de la piedra de donde brota el agua.
Del interior desnudo que tirita,
de fiebre acaso de necesidad.
Será verdad que hay buenos constructores, o alarifes mañosos.
Mas sólo un arquitecto lleva el alma,
desnuda como el cisne, ocultando los pies, tan necesarios para el bogar por aguas cautelosas.
Omitiendo el proceso, sutil,
del andamiaje.
Navegando en serena soledad
por lo evasivo de las tracerías,
por la firmeza de los contrafuertes,
por la belleza de las claraboyas
Por la luz cenital que lo silencia.


Efi Cubero (España)

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Respiración

10:22 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Cuando observo

la hierba sin consecuencia
serena y elástica
y esas semillas rosadas
que comen los pájaros
y el follaje bailador del pirul

me siento dentro y fuera
en un alma de péndulo
que mira hacia abajo
e inventa el músculo flexible
de un vals que recorre la piel
de las formas
como si fueran los pasos
de un himno matinal superior
que a diario se estremece





Laura Solórzano (México)






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Nado libre

10:12 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 ¿Qué pasaría con nosotros los nadadores

si nos quitaran los carriles en la alberca?
nadaríamos cuerpo a cuerpo
tan juntos que
olvidamos que tenemos un cuerpo
ese cuerpo es llevado hacia adelante
en una dirección invisible
marcada por alguien
adelante tope regreso adelante tope regreso
cuerpos como ranas
peces
tiburones
plantas bailadoras
ranas
simples ranas
haciendo croac en el azul traslúcido tela delgadísima
los ojos detrás de goggles
el cabello sumergido en gorros elásticos
movernos con la gracia parca
básica
con la fuerza que nos queda:
columnas de un edificio
que va hacia ninguna parte
pero continúa




***
Brenda Ríos 
(México)



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Estival

10:08 Reporter: Luis Fernando Giucich 0 Responses

 Háblame de las horas que perdimos

en qué pisada de talco frente al ortopedista
quién miró ningún pájaro en la ventana
cómo desapareció el silbido inconstante
entre las hojas de cuál lluvia
porque diario llovía y diario cantaba
desde el mismo lugar otra figura de yeso
dame otra firma
háblame de las horas que perdimos
sin retorno posible aunque nuestras manos enciendan
otra vez mecheros de Bunsen sobre las mesas del laboratorio
aunque la consola de la escuela entone La Bikina
porque ninguna carta guarda la voz que descubrimos
y aquel volumen de la revista que publicó
tu retrato resulta inconseguible
porque habrás olvidado las tres líneas
de lo que tú llamaste mi primer poema
hoy comprendes nuestro canto nunca estuvo
en la cueva que inventamos en su honor
sino en la necesidad de retener
 nunca la tuvimos su presencia
ésta es la clave para practicar el aturdimiento de la memoria
cuando hablo contigo estoy diciendo a todos
una frase interminable que tus labios me dieron
un estilo para hablar de las horas perdidas
una forma sin espacio que nombra el espacio
donde nada crecerá nuevamente
donde nunca estaremos nuevamente
si la tarde controla cielos morados
si aprehendemos la cercana estación
para ofrendar a los muertos nuestras manos vacías
sin mecheros de Bunsen ni fórmulas de hacer fuego
sin control sobre los recuerdos ni lástima para el descuido
que nos llama como falso espejo en la boca
un suspiro sin cuerpo lo reitera epílogo de los días
no es posible traducir tu lenguaje sin traición…





Inti García Santamaría (México)







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