Un poema de ESMERALDA LADERAS (España)
Que Dios me libre
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Que Dios me libre
Cuando no puedas
En la cafetería de los 10000 cafés
las moscas hacen una escala técnicaA las cosas no les importan los mortales.
Ayer encontré esa foto
que ni recordaba,
y te juro que parecíamos tranquilos
en ese simulacro del papel y de la luz.
Fabián Casas (Argentina)
I
Ustedes dirán que es pura necedad la mía,
que es un desatino lamentarse de la suerte,
y cuantimás de esta tierra pasmada
donde nos olvidó el destino.
La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre.
Y aunque digan que el hambre
repartida entre muchos
toca a menos,
lo único cierto es que todos
aquí
estamos a medio morir
y no tenemos ni siquiera
dónde caernos muertos.
Según parece
ya nos viene de a derecho la de malas.
Nada de que hay que echarle nudo ciego a
este asunto.
Nada de eso.
Desde que el mundo es mundo
hemos andado con el ombligo pegado al
espinazo
y agarrándonos del viento con las uñas.
Se nos regatea hasta la sombra, y a pesar de
todo así seguimos:
medio aturdidos por el maldecido sol
que nos cunde a diario a despedazos,
siempre con la misma jeringa,
como si quisiera revivir más el rescoldo.
Aunque bien sabemos
que ni ardiendo en brasas
se nos prenderá la suerte.
Pero somos porfiados.
Tal vez esto tenga compostura.
El mundo está inundado de gente como
nosotros,
de mucha gente como nosotros.
Y alguien tiene que oírnos,
alguien y algunos más,
aunque les revienten o reboten
nuestros gritos.
No es que seamos alzados,
ni es que le estemos pidiendo limosnas a la
luna.
Ni está en nuestro camino buscar de prisa la
covacha,
o arrancar pa'l monte
cada vez que nos cuchilean los perros.
Alguien tendrá que oírnos.
Cuando dejemos de gruñir como avispas en
enjambre,
o nos volvamos cola de remolino,
o cuando terminemos por escurrirnos sobre
la tierra
como un relámpago de muertos,
entonces
tal vez llegue a todos
el remedio.
II
Cola de relámpago,
remolino de muertos.
Con el vuelo que llevan,
poco les durará el esfuerzo.
Tal vez se acaben deshechos en espuma
o se los trague este aire lleno de cenizas.
Y hasta pueden perderse
yendo a tientas
entre la revuelta oscuridad.
Al fin y al cabo ya son puro escombro.
El alma se han de haber partido
de tanto darle potreones a la vida.
Pueda que se acalambren entre las hebras
heladas de la noche,
O el miedo que los liquide
borrándoles hasta el resuello.
San Mateo amaneció desde ayer con la cara
ensombrecida.
Ruega por nosotros.
Ánimas benditas del purgatorio.
Ruega por nosotros.
Tan alta que está la noche y ni con qué
velarlos.
Ruega por nosotros.
Santo Dios, Santo Inmortal.
Ruega por nosotros.
Ya están todos pachiches de tanto que el sol
les ha sorbido el jugo.
Ruega por nosotros.
Santo san Antoñito.
Ruega por nosotros.
Atajo de malvados, punta de holgazanes
Ruega por nosotros.
Sarta de bribones, retahíla de vagos.
Ruega por nosotros.
Cáfila de bandidos.
Ruega por nosotros.
Al menos éstos ya no vivirán calados por el
hambre.
Juan Rulfo (México)
El Viejo está en una silla, con los músculos en calma.
Tiene los ojos cerrados. Es como si no escuchara
los pasos siempre furtivos
de su joven camarada, que se acerca por detrás
sosteniendo una navaja.
No viene a cortarle el cuello
sino a afeitarle la barba.
Un escondite seguro, una choza de barriada. Es la
hora más oscura
antes de la madrugada. El Viejo, que no es tan viejo,
sentado en su silla, aguarda. Tras él, un hombre
de pie, viene a afeitarle la barba
y a ponerle una peluca
sobre la cabeza calva. Lo oculta de los gendarmes
y sus posibles redadas, lo deja irreconocible
y ni sus propias hermanas
podrían identificarlo
si ahora se lo toparan.
El Viejo, que no es tan viejo, con los músculos en
calma, parece no sospechar
que, en un lejano mañana, el hombre que tiene atrás,
sostenido otras navajas, vendrá a cortarles el
cuello
a treinta mil camaradas.
Pero hoy no viene a matarlo
sino afeitarle la barba. El viejo está una silla
con los músculos en calma.
Óscar de la Porta (México)
Quizás no estaría tan contenta si mi vida hubiera sido otra, si los estímulos hubieran llegado desde otros lugares. Si no me hubiera picado la curiosidad todo lo que el ser humano es capaz de hacer, con lo poquita cosa que es, en realidad. Si mi abuelo me hubiera regalado un Quijote a los diez años o si.
Aquel invierno fuimos amigas.
Una vez la Visi, monja seglar hiriente y manilarga, nos mandó que nos inventáramos un poema. Yo, que ya entonces era más de cuento, fui incapaz de escribirlo. No se me ocurría ni un verso. Me personé en clase con ese miedo cerval a la verdugo pronunciara justo mi nombre y tuviera que leer la nada en voz alta. Pero, oh, bendita fortuna, le preguntó a otra chica, sentada a mi lado, una hija de madre soltera a la que siempre estaba recordándole su imperdonable pecado. Esa niña provocaba en mí una gran admiración, rayana en la envidia, por dos motivos. El primero eran sus ojos azules, casi transparentes, tan extraños en aquella España de chiquillos castaños y mirada marrón oscura, como los pantalones de pana que íbamos heredando de los hermanos mayores. El segundo motivo era que me parecía mucho más interesante su vida que las nuestras. Yo siempre entendía que la Visi le lanzaba, a modo de imprecación, la siguiente frase, "¡Tu madre arderá en el invierno!", y tardé años en comprender el lapsus. Para mí era muy misteriosa esa hoguera heladora, probablemente la primera , maravillosa, antítesis de mi vida.
A Nydia Reinal
Cuando observo
la hierba sin consecuencia
serena y elástica
y esas semillas rosadas
que comen los pájaros
y el follaje bailador del pirul
me siento dentro y fuera
en un alma de péndulo
que mira hacia abajo
e inventa el músculo flexible
de un vals que recorre la piel
de las formas
como si fueran los pasos
de un himno matinal superior
que a diario se estremece
Laura Solórzano (México)
¿Qué pasaría con nosotros los nadadores
si nos quitaran los carriles en la alberca?
nadaríamos cuerpo a cuerpo
tan juntos que
olvidamos que tenemos un cuerpo
ese cuerpo es llevado hacia adelante
en una dirección invisible
marcada por alguien
adelante tope regreso adelante tope regreso
cuerpos como ranas
peces
tiburones
plantas bailadoras
ranas
simples ranas
haciendo croac en el azul traslúcido tela delgadísima
los ojos detrás de goggles
el cabello sumergido en gorros elásticos
movernos con la gracia parca
básica
con la fuerza que nos queda:
columnas de un edificio
que va hacia ninguna parte
pero continúa
***
Brenda Ríos (México)
Háblame de las horas que perdimos
en qué pisada de talco frente al ortopedista
quién miró ningún pájaro en la ventana
cómo desapareció el silbido inconstante
entre las hojas de cuál lluvia
porque diario llovía y diario cantaba
desde el mismo lugar otra figura de yeso
dame otra firma
háblame de las horas que perdimos
sin retorno posible aunque nuestras manos enciendan
otra vez mecheros de Bunsen sobre las mesas del laboratorio
aunque la consola de la escuela entone La Bikina
porque ninguna carta guarda la voz que descubrimos
y aquel volumen de la revista que publicó
tu retrato resulta inconseguible
porque habrás olvidado las tres líneas
de lo que tú llamaste mi primer poema
hoy comprendes nuestro canto nunca estuvo
en la cueva que inventamos en su honor
sino en la necesidad de retener
nunca la tuvimos su presencia
ésta es la clave para practicar el aturdimiento de la memoria
cuando hablo contigo estoy diciendo a todos
una frase interminable que tus labios me dieron
un estilo para hablar de las horas perdidas
una forma sin espacio que nombra el espacio
donde nada crecerá nuevamente
donde nunca estaremos nuevamente
si la tarde controla cielos morados
si aprehendemos la cercana estación
para ofrendar a los muertos nuestras manos vacías
sin mecheros de Bunsen ni fórmulas de hacer fuego
sin control sobre los recuerdos ni lástima para el descuido
que nos llama como falso espejo en la boca
un suspiro sin cuerpo lo reitera epílogo de los días
no es posible traducir tu lenguaje sin traición…
Inti García Santamaría (México)


